miércoles, 9 de septiembre de 2015

Carta a Artur Mas


La siguiente entrada surge como una reflexión surgida a raíz de leer un artículo de opinión del president Artur Mas presentado a modo de carta dedicada a los españoles y publicado el pasado domingo en 'El País'. Valga decir que me resulta curioso como el "molt honorable"  intenta dar lecciones de democracia cuando no respeta, ni de lejos, el marco constitucional que recoge el conjunto de derechos y deberes de los ciudadanos de este país.

Queda patente, pues, esa doble moral hipócrita de la que suele hacer uso el líder político de los convergentes: acusa a los demás de carecer de sentido democrático al no permitir la celebración de un plebiscito soberanista, cuando el mismo pretende soslayar un marco legal aprobado por referéndum hace ya más de treinta años por el conjunto de los españoles. Pero vayamos por partes.



La relación de Cataluña con el Estado.

Señor Mas, habla usted de la relación entre Cataluña y el resto de España (no voy a caer en esa falaz dicotomía España - Cataluña que utiliza, como si fuesen realidades opuestas) como una relación que carece de reciprocidad, señalando en este caso al conjunto de España como ese ente ingrato y egoísta que no ha sabido responder a la solidaridad catalana. No es cierto, ya que sólo basta con mencionar el esfuerzo financiero que hizo el Estado para sufragar los costes de los JJOO de Barcelona de 1992 para derrumbar ese castillo de naipes construido a base de mentiras y medias verdades, por no hablar de los costes de otros eventos y de las infraestructuras estatales construidas en aquella Comunidad Autónoma.


Lo que si que habría que discutir es un reparto más justo del balance presupuestario entre las administraciones territoriales, pues aparte de Cataluña hay otras CCAA perjudicadas con un déficit fiscal importante (entre ellas la Comunidad Valenciana, por ejemplo). Pero para solucionar este problema tendría que haber un mayor diálogo entre las partes, algo a lo que no contribuye su discurso demagógico y victimista para defender un proceso soberanista carente de consenso social y base jurídica que lo justifique.


Por una Cataluña plural y democrática, pero de verdad.

También hace usted referencia a una Cataluña amante de la libertad cuya sociedad plural busca un mejor encaje en España. Sin embargo, contradice usted su discurso buenista de corte demagógico al descalificar aquellas opiniones que no se ajusten a su versión de los hechos: Como la que dio el expresidente del gobierno Felipe González en una artículo de opinión publicado en el mismo medio, palabras que usted definió sutilmente como "necias" al hacer uso del tan manido refranero, a la vez que no mencionaba ni una sola vez a aquella parte de la sociedad catalana que está en desacuerdo con el proceso que usted de hecho ya está implantando.

No dudo de que la sociedad catalana se haya caracterizado hasta ahora por su pluralidad, solo basta con ver la variedad de partidos políticos que cuentan con representación en el parlamento autonómico de Cataluña. Pero usted no contribuye en nada a transmitir y mantener esa imagen de la sociedad catalana, todo lo contrario, al igual que los medios de comunicación públicos de Cataluña: más bien se pretende reflejar un pueblo uniforme, homogéneo, dónde los defensores de postulados que difieren más o menos del pensamiento oficialista apenas cuentan con minutos de protagonismo en la televisión autonómica. 


¿Lecciones de democracia? Las justas.

Por último, habría que recordarle que ni usted, ni su partido político tienen la suficiente autoridad moral como para dar lecciones de democracia a nadie: En primer lugar, porque la formación política que usted preside se encuentra bajo sospecha por varios casos de corrupción por los que está siendo investigado. La financiación ilegal de partidos a través de una "mordida" del 3% en las contrataciones públicas de la Generalitat no respeta mucho las reglas de juego, que digamos. En segundo lugar, porque el discurso populista de rancio carácter nacionalista, que usted pretende imponer como único, poco tiene que ver con prácticas democráticas.

Ese "derecho a decidir" al que usted apela no se ejerce quebrantando las leyes y proponiendo referéndums sin base jurídica alguna cuando nos venga en gana, sino a través de las leyes que nosotros mismos nos hemos dado ya sea directa o indirectamente a través de representantes políticos o mediante la propuesta de reformas a través de los mecanismos democráticos a nuestro alcance. La democracia no consiste en imponer una mayoría social, sino en respetar lo votado por la mayoría e intentar llegar a un consenso en temas de suma importancia. Todo lo demás lo percibo como demagogia.
 
 
 

martes, 13 de enero de 2015

Un poco de demagogia, por favor.


Antes de todo, quisiera dar mi bienvenida a los lectores de este blog a punto de estrenarse. A continuación trataré un tema de actualidad que ha generado polémica durante los últimos días: el famoso 'sketch' protagonizado por el humorista Facundo Díaz que aparece en el programa televisivo La Tuerka y que lleva por título "El PP se disuelve". Por si alguien no lo ha visto todavía, he colgado el vídeo para el que quiera enterarse de qué va el asunto.



Patético...Cada vez se hace más demagogia con este tipo de cosas, ni que la polémica generada con este vídeo estuviese ligada principalmente a la libertad de expresión como derecho (yo diría que no tiene nada que ver). Además, ese derecho tiene ciertos límites como cualquier otro, es un principio básico que puede ser utilizado sin restricciones, siempre y cuando se haga de forma responsable y sin querer herir a nadie. ¿A alguien le suena el derecho al honor? ¿Alguien se ha parado a pensar que el terrorismo es un tema delicado con el que hay que tener cierta sensibilidad, y más en un país como el nuestro que lo ha sufrido hasta hace bien poco?

No todo vale a la hora de hacer humor, porque no creo que este 'sketch' (encima el supuesto humorista es bastante mediocre por no decir malo, mira que los he visto mejores, pero eso ya es una opinión personal) le haya hecho mucha gracia a familiares y amigos de víctimas de ETA: sobre todo de aquellos que, siendo políticos o militantes bajo las siglas de un determinado partido (PP en este caso) hayan sido asesinados precisamente por eso, por defender unas determinadas ideas y formas de hacer política con las que no comulgaba una banda terrorista.

Salvando las distancias, es como si alguien dentro de unos cuantos años hiciese un sketch comparando a la redacción de Charlie Hebdo con una banda terrorista por su humor ácido (puede que a veces transgresor) y que a veces hiere susceptibilidades, sabiendo que ese mismo semanario fue víctima del terrorismo en el pasado. ¿En el supuesto de que la revista denunciase ese caso hipotético, qué se diría entonces? ¿Seguirían los mismos de siempre haciendo alusiones al tan manido argumento de la "falta de libertad de expresión" para justificar un más que posible agravio al derecho al honor?

A veces tengo la impresión de que la gente concibe la libertad de expresión como un derecho incontestable y que no acepta otras reglas ni límites, como si fuese un principio normativo que diese autoridad a transgredir cualquier cosa, incluido otros derechos.

Me parece lamentable que una parte de la sociedad frivolice con un tema tan serio, teniendo en cuenta además que en este país ha habido muchos muertos provocados por el terrorismo. Y a los hechos me remito: personajes públicos provenientes de la política, la comedia, el arte y demás ámbitos que han apoyado a una persona que ha pretendido ir de graciosa y que al final ha terminado por humillar a muchas personas, entre ellas también víctimas de ETA, por banalizar un tema delicado y comparar a toda una organización que también sufrió el terrorismo con vulgares asesinos.

Finalmente me gustaría añadir una reflexión final a modo de  conclusión: ¿la comedia también incluye el menosprecio a la memoria de aquellos que dieron su vida por la libertad? ¿Vale la pena?